Sunday, February 22, 2009

Taller de repertorio de Nacho Duato. Impartido por Eva López

Introducción.

Los dos fragmentos aprendidos en el taller de repertorio de Nacho Duato pertenecen a dos coreografías que forman parte de una trilogía inspirada en sus raíces mediterráneas con músicas tradicionales mallorquinas interpretadas por la cantante María del Mar Bonet. Son sus inicios como coreógrafo estando aún en activo como bailarín.
Comparten una atmósfera, una estética y unos gestos provenientes de las actividades en las artes de labranza tradicionales, que han ido cayendo en desuso y por lo tanto condenadas a desaparecer en su manifestación funcional. En cierto modo, estas danzas son resucitaciones estéticas. El autor comparte en su obra, a través de sus experiencias y sensaciones más profundas que configuran su ser, las raíces de su memoria. Es ese poso que queda con el paso de los años, como consecuencia de unas vivencias en el lugar que nos vio nacer y crecer. Son los cimientos en los que construimos lo que somos y que nos distingue convirtiéndonos en seres únicos e irrepetibles.

Jardí-Tancat

Ficha técnica:
Coreografía: Nacho Duato
Música: María del Mar Bonet
Escenografía y figurines: Nacho Duato
Diseño de luces: Nicolás Fischtel (A.A.I.) (según el diseño original de Joop Caboort)
Estrenado por el Nederlands Dans Theater 2 en Hoorn, el 19 de diciembre de 1983.
Estrenado por la Compañía Nacional de Danza en el Teatro Albéniz de Madrid, el 3 de abril de 1992.

El fragmento que hemos aprendido en el taller es una coreografía grupal formada por tres parejas. Es un silencio y por tanto el pulso de la danza se manifiesta a partir de la simbiosis que se crea entre los bailarines. Son movimientos muy orgánicos, a pesar de su estilización, nacidos del vínculo que surge del trabajo en el campo. Tienen un componente de adoración fruto del vínculo creado entre el hombre y la tierra.
Lo más importante y más difícil de trabajar es la sincronización del pulso entre los miembros del grupo. Esto implica mucha concentración y mantener en todo momento una doble atención a lo que se hace individualmente y a la repercusión que esto produce a un ser vivo colectivo con entidad propia que nace a partir de la unión de cada uno de los integrantes que lo conforman. Es una coreografía que exige mucha limpieza y precisión, no solo en los movimientos y su dinámica, sino también en el espacio, tanto el propio como el ocupado como elemento en la composición grupal.
Es necesario comprender de donde procede la coreografía para justificar y dar verdad a lo que hacemos. Hay que buscar puntos en común entre nosotros mismos y la obra para empatizar con ella y de este modo encontrar algo con lo que poder identificarnos.
Hay bastantes momentos que evocan imágenes de nuestros orígenes culturales. Esta coreografía surge del sustrato cultural que comparten en común los nacidos alrededor del mar mediterráneo. El momento de sostener las naranjas me hace viajar a la cultura egipcia y a sus imágenes hieráticas, geométricas y altamente codificadas. Cuando estamos en la formación de espaldas al público con las manos puestas en los hombros de los compañeros, me acuerdo de Grecia y en cómo las danzas en grupo formaban parte del rito religioso.
Mi vivencia ha sido muy positiva. Este trabajo puso a prueba mi capacidad de escucha a todos los niveles. Tener que sincronizar mi energía y mi pulso con los demás me resultó una tarea muy compleja. La pieza te exige un peso y una presencia sobre el escenario muy concretos. Una consciencia fruto de la madurez adquirida con el paso del tiempo. Hay que darse cuenta de algo que se percibe pero no se puede ver ni oír, pero que está ahí. Una emoción que condensa la felicidad, que nace de la fe y la esperanza, y también la dureza de la supervivencia. Nacho Duato nos transmite esto recordando a la gente del campo de su querida infancia. Nosotros debemos hacerlo a través de nuestras propias vidas. Es necesario tener un bagaje de superación de dificultades para poder transmitir con credibilidad todo esto.
No considero que sea demasiado difícil técnicamente aunque sí estoy convencido de que es muy importante tener muy sólidos, los fundamentos de la técnica clásica y contemporánea, para así poder profundizar en la interpretación y en sentir el grupo.
Aunque es una obra más primitiva o con menor grado de elaboración, en comparación con las otras, Jardí es el germen de la cual se crean Arenal y Cor Perdut. De ella surgen todos los elementos que conformarán la personalidad de la trilogía. Desde la propia Mª del Mar Bonet, los movimientos inspirados en el trabajo del campo, el vestuario, la iluminación,… Su principal interés reside en este hecho.


Arenal

Ficha técnica:
Coreografía: Nacho Duato
Música: Mª del Mar Bonet
Escenografía: Walter Nobbe
Figurines: Nacho Duato
Diseño de luces: Edward Effron
Estrenado por el Nederlands Dans Theater en Muziektheater de Amsterdam, el 26 de enero de 1988. Estrenado por la Compañía Nacional de Danza en el Teatro Romea de Murcia, el 6 de octubre de 1990.

Ya sé que puede sonar pueril, pero el fragmento de la coda que aprendí en el taller, simple y llanamente me encantó.
Las canciones de Mª del Mar Bonet son el motor de la obra. En Jardí Tancat trabajamos una parte en silencio y en estos momentos no puedo saber, aunque me lo imagino, qué impacto tendría sobre mí su música en esa pieza. En cambio en Arenal, su voz lo inunda todo. Me penetra de un modo casi invasivo para hacerme bailar. Hay una conexión total entre música y danza y yo me encuentro en el medio.
Mª del Mar Bonet canta en catalán-valenciano-mallorquín y aunque no entiendo demasiado lo que dicen las letras, sí percibo su emoción al cantarlas. Su voz es la que me dice cuando atacar. Me da esos impulsos tan necesarios para bailar. Es una mujer muy apegada a sus orígenes y la veo muy volcada en preservar y divulgar su cultura y eso se nota en su modo de cantar. Y por supuesto tiene una voz muy hermosa. Es dulce y vigorosa en idénticas proporciones.
La canción que bailamos en el taller se titula Den Itan Nisi. Tiene un carácter de fiesta de pueblo de toda la vida. Como un baile folclórico típico de un determinado lugar y por otro lado, de “danza de lluvia” o algo parecido, de los indios norteamericanos. Veo algo como un elemento de culto o adoración (al cielo y a la tierra, a la naturaleza) que a su vez, no impide que pueda ser también un acontecimiento alegre y popular.
La palabra que resume un poco todo esto es gratitud. Cuando bailaba en el taller el trocito de coreografía que se nos montó, era eso lo que yo sentía emanando por los poros de mi piel. Sentía esa alegría del agradecimiento. Eso es lo que le da ligereza a la danza. En cambio, el peso que también hay que tener viene de ser consciente de aquello por lo que das gracias. Es una sensación muy orgánica, como un ritual tribal que nos armoniza con el entorno y con los miembros de nuestra tribu.
En Arenal, al igual que en Jardí, es fundamental tener muy sólida la técnica clásica y la contemporánea, para poder darle amplitud y fuerza a los pasos sin que se vean forzados. También ayudaría haber bailado alguna danza folclórica, para imprimir algo de ese carácter que tienen.

Conclusión

La agricultura es el origen de la civilización y por ello la obra nos transporta a nuestros inicios, a aquello que nos ha convertido en lo que somos, en lo que nos diferencia del resto de los animales.
Lo mediterráneo es la manifestación externa. El vestuario, la iluminación, el idioma de las canciones,…Son los que dan esa atmósfera que da el sabor característico que busca Nacho Duato.
Particularmente no percibo lo mediterráneo, o lo veo como un conjunto de convencionalismos estéticos, porque no he vivido ni catado ese sabor característico que Nacho Duato tiene tan claro y que parece tan necesario para comprender el punto de partida desde el que se crea esta coreografía. Pero en cambio sí veo un viaje a las profundidades de nuestro ser. La voz de Maria del Mar Bonet mueve el motor de nuestra alma. La esencia de aquello que nos hace humanos. Es ella la que te dice como se debe bailar. Hay una simbiosis clarísima entre la música que nace de su voz y la danza. El hombre se convierte en una conexión entre el cielo y la tierra, entre dios y la bestia.
Lo que evoca Nacho Duato es universal y común a todos. La alegría del amor, el peso de la responsabilidad y la ligereza de la paz interior.

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