Monday, December 28, 2009

Enemy in the figure.

Coreografía: William Forsythe
Música: Tom Willems
Escenografía, iluminación, vestuario: William Forshythe
Duración: 29´.
Estreno: 13 de mayo, 1989 a cargo del ballet de Frankfurt en Frankfurt.

Posteriormente esta pieza formaría parte como 2º acto de la pieza en 3 actos Limb´s theorem
En España fue interpretada por la compañía de danza de Lyon en Teatro Madrid situado en la Vaguada y por la CND en Teatro Real y en el Teatro de la Zarzuela.

Sobre la obra.
El escenario se nos muestra desnudo, viéndose al fondo la pared antiincendios del teatro. En la creación de la coreografía incluso se llegó a utilizar una verja cuadrada de red metálica, con la que se protegen cables y tubos en el teatro de Frankfurt.
Los elementos escenográficos son pocos pero muy valiosos. Lo primero que llama la atención y cautiva al instante es un panel o muro rectangular y ondulado verticalmente que parece estar hecho de madera. Esto rompe con el blanco y negro del vestuario y la iluminación.
Un foco enorme con ruedas que emite una luz vertical regulable el cual es desplazado en el escenario por los bailarines. Delimita en muchos casos las zonas visibles del escenario. El que su uso forme parte de la actuación da un punto de incertidumbre sobre las luces y sombras que se verán. Y desde luego otorga al muro una solidez muy contundente.
Hay una cuerda o soga gruesa que recuerda a la utilizada por los marineros para amarrar los barcos. Se encuentra colocada en diagonal a la izquierda del escenario desde el muro hasta el fondo. Los bailarines lo manipulan para que haga ondas. Parece marcar el pulso de los latidos del espectáculo.
En cuanto a la iluminación convencional, los focos proyectan la luz horizontalmente desde cajas, supongo que en oposición o complementación al foco con ruedas. Se crean sombras en su encuentro con el muro y los bailarines. También se utilizan los fluorescentes que habitualmente son la luz de trabajo.
Los bailarines tienen una forma física y una estética clásica. Pero son utilizados de un modo muy opuesto al ballet. El virtuosismo cobra una dimensión completamente diferente. Han de mostrar su musicalidad, su dominio del espacio, tanto el que ocupan como al desplazarse y su creatividad improvisando.
Su vestuario es una mezcla entre maillots de corte clásico, de academia oficial de danza, los hay con pantalones y ropa con flecos y todos ellos con calcetines. El blanco y el negro son los únicos colores que se utilizan. Aquí también hay un contraste entre ayer y hoy, entre lo cotidiano usado de un modo extraordinario.
Veo tres coreografías: una coreografía de la luz, otra del sonido que es la música, y la del espacio entre el muro y los bailarines.
Ellas fluctúan independientes y que, en momentos puntuales, deciden conectarse creando instantes que me provocan el efecto de una fotografía tirada con flash imprimiendo en los sentidos toda la fuerza plástica de la que Forsythe es capaz. Me mantiene en vilo como espectador esperando a ver de qué modo ocurrirá ese nuevo encuentro. También contribuyen a crear la atmósfera del espectáculo de un modo equitativo.
El bailarín en el espacio, se entremezcla con la luz y la música con una naturalidad orgánica pero no es sumiso a ninguna de ellas. Las escucha y se opone o colabora de un modo que nunca te va a dejar indiferente. Como la mayoría de las ocasiones hay mezcla de coreografía con improvisación. Esta provoca al intérprete un punto de incertidumbre. Lo imprevisible obliga a estar constantemente en alerta. La coreografía cuadrada en música es un lugar de comodidad mental que Forsythe no permite. En las partes de improvisiación, se ve lo bien o mal que puede el bailarín hablar el idioma de la pieza por sí mismo, sin necesidad de memorizar lo dicho por el coreógrafo. El resultado es que se explota al máximo las posibilidades de un cuerpo entrenado principalmente con una base amplia de técnica clásica, para que salga de los límites que tiene el repertorio del ballet.

El muro proyecta sombras, oculta y enmarca. Su omnipresencia es muy grande. Es un elemento con mucho peso y solidez. Y sus ondulaciones dan vida. En ellas los bailarines se mueven, se esconden, se apoyan, explotando todas sus posibilidades. Es un espectador privilegiado de todo lo que ocurre a su alrededor. Me recuerda a los corales en el que los peces tropicales hacen su vida.
Y por supuesto la luz es tan importante como la calidad de los bailarines. Ver las sombras de los bailarines bailando en la pared ignífuga del teatro dimensiona enormemente su movimiento. También mantiene una tensión en el espectador sobre lo que se podrá ver o no en cada momento.
El título de esta obra es muy sugerente. En la línea de lo que la pieza en cierto modo transmite. El modo de moverse de los bailarines en esa atmósfera de claros y oscuros y con el beneplácito del muro ondulado, da la impresión de que están luchando con un enemigo dentro de su figura y que parece proyectarse como una sombra.

Impresiones del taller.
Durante el aprendizaje de esta coreografía me he dado cuenta que en la clase de composición he aprendido un idioma. El trozo de la pieza que se trabajaba en el taller me ha resultado fácil de entender. Podía ver perfectamente a los compañeros que no han realizado ese trabajo previo, que no comprendían lo que bailaban aunque por condiciones físicas y estéticas pudieran lucirla mejor que yo. Esto lo comparo a tener que aprenderme una canción en mi lengua materna o la de un idioma que desconozco. Esta última podría aprendérmela fonéticamente, pero al no saber lo que dice, solo interpretaría como suena. Enemy in the figure es una demostración más de las posibilidades de este lenguaje de la danza, en estos momentos ya universal, por su principal descubridor, William Forsythe. Este lenguaje narra, pero no es narrativo al uso aristotélico tradicional. Al finalizar de ver el vídeo, sentí que me habían contado algo a un nivel físico y emocional.
Tanto el sólo, como el paso a dos que se me ha enseñado, tienen que ser bailados a gran velocidad, amplitud de movimiento y desplazamientos máximos, teniendo que coincidir ciertos pasos de la coreografía en momentos muy concretos de la música a modo de “checkpoints”. Estos son las referencias que tiene el bailarín para ajustar su momento coreográfico con el tiempo de la música. Todo esto da una sensación de urgencia en el bailarín que estoy convencido que llega al espectador y que unido a la música y a la iluminación, genera esa sensación de peligro constante y esa atmósfera de oscuras intenciones que nunca se manifiestan con total claridad. También consigue que la interpretación de la pieza sea única, personal e intransferible por parte de todo aquel que la baile.
Siento como me exige y me obliga a dar el máximo de mí mismo. A medias tintas no funciona. Esto hace que la pieza sea muy física y muy orgánica en la interpretación.
Sin duda, por lo expuesto anteriormente, el trabajo de Forsythe es fundamental en la formación del bailarín de hoy en día que quiera ampliar sus horizontes y salir de su movimiento habitual.