Sunday, February 21, 2010

La danza en el siglo XVIII
Su liberación del ámbito cortesano y su aspiración a ser algo más que un divertimento de la nobleza, determinó su devenir en los acontecimientos que se fueron sucediendo a lo largo del siglo XVIII. Para conseguir esto, la danza intentó que el elemento dramático fuese intrínseco a ella sin necesidad de recursos ajenos a su propio lenguaje.
La danza se profesionalizó, con una formación académica rigurosa y con estudios teóricos de relevancia. Fue en este siglo donde se dieron las mayores innovaciones en torno al vocabulario. Esto permitió que consiguiese su independencia artística y estética, lo que daría lugar al Romanticismo en el siglo siguiente, el cual es considerado como el verdadero arranque de la historia del ballet.
Entre los personajes más importantes de este siglo, hay que destacar a Jean Georges Noverre, maestro y coreógrafo que con sus famosas “Cartas” denunció cómo era este arte en sus días y hacia donde debería evolucionar. Defendió que la danza es un espectáculo en sí mismo y por eso de la “ópera-ballet” pasó a lo que denominó “ballet de acción”. Entre sus modificaciones más polémicas se encuentran el acortamiento de la falda, que permitió que se viesen mejor las baterías de los pequeños saltos y la eliminación de las máscaras, lo que posibilitaría una mejor interpretación gestual y dramática al bailarín.
En esta época también hay que destacar el tratado de danza escrito por Rameau. En él aparecen codificados y explicados gran cantidad de pasos que se han mantenido hasta nuestros días.
María Camargo y María Sallé fueron las grandes bailarinas del momento. Su rivalidad sobre los escenarios es comparable a la que habría un siglo más tarde entre María Taglioni y Fanny Elssler. Entre los varones destacó Gaetano Vestris, bailarín noble proveniente de la escuela italiana, y que completaría en París su formación. Él combinaba a la perfección la expresividad italiana con el aire noble francés. Fue el primero en ejecutar la pirueta y su hijo Augusto sería quien la perfeccionó en la forma en que ha llegado hasta hoy en día.
Ya no solo está Francia y su Ópera de París como único lugar en donde se desarrolle la danza. Stuttgart, Viena y Milán empiezan a tener gran relevancia. Es en esta última ciudad, Milán, en la que se desarrollarían gran cantidad de innovaciones técnicas, como por ejemplo bailar en puntas, que configurarán la danza clásica que conocemos. Es también en este periodo cuando los maestros de baile comienzan a tener una gran movilidad geográfica. Es el caso de Franz Anton Hilverding, el cual estaba instalado en Viena y fue el primero en ir a Rusia invitado por la zarina Catalina II. Angiolini, que fue su asistente, llevaría una trayectoria similar. Este hecho marcaría significativamente la evolución de la danza en los siglos siguientes.
Gluck, músico y gran reformador de la ópera, también tuvo mucha relevancia, colaborando con los grandes coreógrafos del momento en la creación de músicas específicas para la danza.
De esta época se ha conservado la historia y la música, compuesta por Hérold, del ballet más antiguo de los repertorios actuales, titulado “La Fille Mal Gardée”, traducido como “La Hija Maleducada”. Es un ballet cómico estrenado en Londres en 1789, año de la Revolución Francesa, por Dauberval, perteneciente a una generación de coreógrafos que se denominaría como “los hijos de Noverre”.
Alumno de este fue Salvatore Viganó considerado el último gran coreógrafo de este siglo y que fue el puente entre dos épocas, pasando a la historia como creador del “coreodrama” en el que el cuerpo de baile cobraría mayor protagonismo.